miércoles, 30 de abril de 2014

Comentario a Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento de A. Einstein

Comentario a Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento de A. Einstein

09/04/2014

Mon Búa Soneira




Sabido es que al aplicar la electrodinámica de Maxwell –tal y como se suele entender normalmente hoy día- a cuerpos en movimiento, aquella conduce a ciertas asimetrías que no parecen ser inherentes a los fenómenos. Piénsese, por ejemplo, en la acción electrodinámica recíproca de un imán y un conductor. [...]“Ejemplos de esta especie, junto con los intentos infructuosos de descubrir algún movimiento de la Tierra con relación al “medio lumínico”, obligan a sospechar que ni los fenómenos de la electrodinámica ni los de la mecánica poseen propiedades que se correspondan con la idea de un reposo absoluto. Indican más bien, como ya ha sido demostrado para magnitudes de primer orden, que las mismas leyes de la electrodinámica y de la óptica son válidas en todos los sistemas de referencia para los que son ciertas las ecuaciones de la mecánica. Elevemos esta conjetura (cuyo contenido llamaremos de ahora en adelante “Principio de Relatividad”) a la categoría de postulado, e introduzcamos además otro, cuya incompatibilidad con el primero es solo aparente, a saber: que la luz se propaga siempre en el vacío con una velocidad c independiente del estado de movimiento del cuerpo emisor. Estos dos postulados bastan para obtener una teoría simple y coherente de la electrodinámica de los cuerpos en movimiento basada en la teoría de Maxwell para los cuerpos estacionarios.”
A. Einstein, Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento(1905).



En la primera mitad del siglo XIX en la investigación física se lleva a cabo la unión entre dos campos de estudio que anteriormente eran autónomos y separados. Los experimentos de Coloumb, Luigi Galvani, Oersted y Faraday, Ohm y otros dan lugar a la relación entre la electricidad y el magnetismo, desarrollando lo que se conoce como electromagnetismo. Un fenómeno similar a la gravitación de Newton, ya que, al igual que un cuerpo con masa produce una fuerza gravitacional sobre otro cuerpo, si un cuerpo está cargado con electricidad y en movimiento, produce una fuerza electromagnética sobre otro cuerpo también cargado. La diferencia es que la dirección y magnitud de la fuerza electromagnética depende de su velocidad y de la carga del cuerpo que lo produce.
Este nuevo campo de la física indicaba que la variación de un flujo magnético produce efectos eléctricos debido a que crea una fuerza electromotriz que se opone a la causa que lo provoca, esto es, que las cargas eléctricas en movimiento tienen efectos magnéticos. Maxwell unificó las leyes de la electricidad y magnetismo en una sola teoría, partiendo de un conjunto de cuatro ecuaciones diferenciales capaces de predecir los clásicos fenómenos electromagnéticos1. Un concepto que fue muy útil y tuvo gran relevancia en esta época fue el que se denominó con el nombre de campo electromagnético. Se trata de una definición matemática que explica como una carga eléctrica actúa sobre otra lejana y que, a diferencia de lo expuesto por Newton, no recurre a acciones a distancia. Este concepto encontrará su base física en el s. XX con Einstein. Por otro lado, se podría decir que en el 1855 se da una unificación adyacente a esta primera: las teorías de la óptica en relación al electromagnetismo. Fue el mismo Maxwell (1870), quien empezó a estudiar las ondas lumínicas tratadas como ondas electromagnéticas (verificando la teoría ondulatoria de Huygens), así los éteres de la óptica se incluían en el estudio del fundamento mecánico de los fenómenos físicos. El éter es el medio físico que transporta las ondas electromagnéticas, es decir, es la sustancia universal que sirve de sustento al electromagnetismo. Durante el s. XIX los físicos no pusieron en duda la existencia de este éter y las teorías que se realizaban estaban vinculadas a la búsqueda del mismo. El éter era una explicación congruente del sistema de referencia absoluto, puesto que el sistema absoluto piensa en el éter en reposo y coincide con el sistema de referencia, en el que están las estrellas aparentemente fijas. Así pues, la teoría ondulatoria de la luz obligaba a aceptar este éter. Desde incios del s. XIX, Fresnel realizó una serie de experimentos que demostró esta teoría y, junto con él, diversos autores, como Poisson, G. Stokes, Kelvin, MacCullagh, Cauchy y G. Green, que reflexionaban sobre las propiedades del mismo, mostrando largas discusiones y exponiendo diversas investigaciones científicas a lo largo del siglo.
A este problema se añade la dificultad de Michelson y Morley en su intento de medición de la velocidad de la Tierra respecto al éter (1887). Gran parte de las ideas o teorías de estos científicos se mostraban a favor de la existencia del éter. Su experimento con el interferómetro fue un fracaso, ya que no pudieron ver cambio alguno en la velocidad de la luz. Comprobaron así la inexistencia del éter luminífero y que la velocidad de la luz era de 300.000 km/s, tesis que ya Maxwell había comprobado antes. Una de los problemas que dará paso a la nueva revolución científica de Albert Einstein se remite a que la propagación de la luz es constante y no tiene un sistema referencial privilegiado, es decir, a pesar del movimiento terrestre, la luz mantiene su velocidad en múltiples rumbos.


El texto que aquí se presenta fue publicado por primera vez en 1905 enfrentándose por completo a las teorías del XIX anteriormente aludidas. El fragmento “Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento” está sacado del libro La teoría de la relatividad (Selección e introducción de L. P. Williams. Trad. en Alianza, Madrid, 1973, págs. 61 y 62) de A. Einstein y otros. En él se hace referencia a las “asimetrías” de la teoría antecedente de Maxwell —poniendo el ejemplo del imán y el conductor— y lo más importante de este texto es la presentación de los dos postulados principales de la teoría de la relatividad general junto a la crítica del éter, denominado como “superfluo” y “espacio absolutamente estacionario”.
Albert Einstein nació en 1879 en Ulm, Alemania. Cuando era niño le regalaron una brújula, acontecimiento de alta relevancia porque fue cuando empezó a tener una enorme curiosidad acerca de lo que movía la aguja siempre hacia la misma dirección. Como fue un estudiante mediocre, se conformó con un trabajo de patentes en Suiza para mantener a su familia, por lo que la física quedaba para sus ratos libres. En aquella época se interesaba por las incompatibilidades existentes en las teorías de Maxwell, el problema del espacio absoluto y el éter, sus incongruencias con el principio de relatividad galileano. Así pues, con mucha decisión, se puso a probar supuestos físicos que demostrasen firmeza.

Con respecto al problema del éter, Einstein manifestará una postura crítica abogando por el concepto de campo y de vacío en un sentido físico y no geométrico. Este último fue la entidad que denominó espacio-tiempo. De este modo, Einstein relega la postura de Maxwell acerca del campo dotándolo de sentido físico, donde la energía determina la métrica del espacio. Einstein admite que pueda existir el éter, pero para este lo que no se puede es negar las propiedades físicas del vacío. Por otra parte, al éter se le debe negar la última propiedad mecánica de Lorentz, pues no se le puede adscribir un estado de reposo y ninguna característica propia de los medios ponderables, tal como se vino haciendo durante el s. XIX.
Las transformaciones de Lorentz relacionan las medidas de una magnitud física que parten de dos observadores distintos. Estas ecuaciones de transformación fueron enunciadas por Einstein en su teoría de la relatividad general, pero anteriormente fueron publicadas por el físico Lorentz. Para derivar estas ecuaciones, se parte de dos observadores en marcos de referencia diferentes que centran la atención en un evento o situación común descrito por ambos, uno tendrá unas coordenadas desde su marco de referencia S y el otro desde su marco de referencia S'. Lorentz publicó estas ecuaciones con el fin de hacerlas valer para explicar matemáticamente las ecuaciones de Maxwell, añadiendo cierta cualidad de invarianza. Pero el verdadero jugo lo exprimió Einstein dándoles a estas transformaciones un carácter generalizado y aplicable, más allá de la electrodinámica, a todo fenómeno mecánico, derivándolas de sus dos postulados básicos, señalados en el texto Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento. En la teoría especial de la relatividad se resuelven los problemas de manera algebraica a partir de las ecuaciones transformadas de Lorentz, pero también representándolos, de modo geométrico, con los diagramas espacio-tiempo de Minkowski.; pues ambos métodos se complementan.
La aportación de Hermann Minkowski fue, sin duda, un gran avance para la teoría, ya que permitía combinar la metodología algebraica de Lorentz con la geometría. La teoría geométrica unía los conceptos de espacio y tiempo, que en la mecánica clásica eran completamente independientes, de manera que ambos quedan unificados en lo que se llamó espaciotiempo o espacio-tiempo. El tiempo es la cuarta dimensión en la descripción científica de los cuerpos, pues su movimiento se da en el tiempo; así bien, a las tres coordenadas espaciales se une esta cuarta para determinar la posición de los sucesos. Dijo Einstein, más tarde, que “el mundo de los sucesos es un continuo de cuatro dimensiones” donde la relación entre espacio y tiempo es constante.
Como se puede ver en el texto Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento, Einsten ofrece dos postulados que una teoría de los cuerpos en movimiento debe tener para que sea compatible con las ecuaciones de transformación para el electromagnetismo. Al primero lo llama “Principio de Relatividad”, con el que rechaza “la idea de un reposo absoluto”, ya que la observación de cualquier fenómeno físico realizada por dos o más observadores es el resultado de su acuerdo acerca de la realidad, de tal modo que la naturaleza del universo no cambia para ese observador si su estado inercial está en cambio. Añade que toda teoría física debe ser matemáticamente similar para cada observador, con variaciones dentro de las condiciones iniciales. En definitiva, las leyes del universo son idénticas sin que importe el marco referencial (inercial). El segundo postulado, “cuya incompatibilidad con el primero es solo aparente”, es que la luz “se propaga en el vacío con una velocidad c independiente del estado de movimiento del cuerpo emisor” y del movimiento del observador. Por lo tanto, este último postulado alude a la constancia de la velocidad de la luz c en el vacío, independiente del movimiento de la fuente emisora. Esto contradice los supuestos de la teoría decimonónica del éter. Así bien, el espacio y el tiempo son relativos al observador, pero ambos comparten un intervalo espaciotemporal que hace que no todo sea relativo. Para que los observadores inerciales puedan medir la misma velocidad, las longitudes y tiempos se modifican los valores recogidos en las transformaciones de Lorentz, y así queda sustituida la clásica transformación galileana. Sin embargo, estos dos postulados no verifican completamente la teoría de la relatividad, pues es necesario añadir supuestos adicionales para que la axiomatización sea razonable.
En el futuro, el primer postulado dio problemas y creó ciertas confusiones en los científicos, porque llevó a que se pensara que la teoría conlleva un formalismo sólo aplicable a sistemas de referencia inerciales y no de un modo general. Algunos científicos posteriores criticaron las propias bases de la teoría demostrando la invariabilidad de la geometría del espacio y la contradicción del principio de equivalencia, además de las aporías del concepto de tiempo y su sincronización.
Una vez dicho esto, debemos apuntalar cierta sospecha que a lo largo del siglo XX y XXI se fue creando. Los científicos físicos del s. XX coinciden en que las dos grandes teorías acerca de la física son la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. La teoría de la relatividad es una teoría que infiere un proceso que a simple vista se puede atribuir a fenómenos macroscópicos guiados por el sentido común como lo pueden ser aquellos hechos empíricos que llevan una velocidad cercana a la luz. Esto, actualmente, lleva consigo ciertas contradicciones con la física cuántica, puesto que su objeto de estudio reside en los átomos y partículas del mundo, un mundo microscópico que no salta a los ojos del hombre sin lupa. Aunque la teoría de la relatividad formuló principios que chocaron con las interpretaciones anteriores y fue en primera instancia tomada por una descripción nada común, lo que ocurrió con la mecánica cuántica fue mucho peor. La física de los quantos expuso tal teoría, que los científicos no pudieron dar cuenta de lo que se decía, chocando sus conceptos con el mundo descrito por la ciencia anteriormente. Se trataba de un mundo microscópico de partículas y ondas que se intercomunicaban a niveles ínfimos y que podían realizar cambios tan pequeños que eran imperceptibles para el ojo humano.
A pesar de ello, la actividad científico-física actual intenta ver conciliaciones entre ambos pilares. Nada mejor para pensar esto que referirnos a una noticia que se dio hace pocos días y que tuvo cierta relevancia en este aspecto: el descubrimiento que prueba que el Universo se creó hace 14 mil millones de años. Hecho demostrado por unos físicos de EEUU en marzo de 2014, a partir del primer hallazgo de ondas de gravedad que justamente después del Big Bang recorrieron el espacio. Las ondas gravitatorias de las que habló Einstein permiten confirmar la teoría del origen del universo, ya que estas ondas fueron las de una expansión primera que se hizo a gran velocidad en la fase de inflación cósmica. Lo que nos interesa de esta noticia es la relación que se da entre la teoría de la relatividad y la física cuántica, pues esta última complementa a la primera al poder describir a nivel microfísico elementos que la teoría de Einstein no pudo explicar.


BIBLIOGRAFÍA
Einstein, A. (2003); Notas autobiográficas, Madrid: Alianza.
Einstein, A. (2012); Sobre la teoría de la relatividad general, Madrid: Alianza.
Robinson, A. (2012); Einstein:cien años de relatividad, Madrid: Blume.
Solís, Carlos y Manuel Sellés (2005). Historia de la ciencia, Madrid: Editorial Espasa Calpe.

WEBGRAFÍA
Soler, Pablo; La teoría de la relatividad en la física (tesis doctoral):
http://eprints.ucm.es/9817/1/T31455.pdf

Noticia acerca del descubrimiento de las ondas de la primera expansión:

Sobre las ecuaciones de Maxwell:


Sobre las ecuaciones de Lorentz:

Aspectos históricos del electromagnetismo:



1Cabe destacar que, gracias a este nuevo campo de estudio físico de la electromagnética, se llevaron a cabo investigaciones que hoy en día tienen una gran demanda, como por ejemplo la radio de Hertz (1888), los rayos X —formados por ondas electromagnéticas muy altas— de Roentgen (1895), la radioactividad de Bequerel (1896), el electrón —partícula que transporta corriente en circuitos eléctricos— descubierto por Thomson en 1897, etc.

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